Llovía una tarde de otoño tomando café, fume compulsivamente, empecé
hablar mucho, nerviosa ni casi recuerdo el qué. Hablaba con la vista perdida en
infinito, notaba mi cuerpo nervioso y mi corazón palpitaba.
No había gente, la humedad, el frio ni lo
notaba. Tenía miedo a tus ojos, perderme en tu mirada, esos grandes ojos que avistan
dentro de mi, verdor en mi alma.
El chaparrón y frío nos obligaron a
movernos, yo no quería, me asustaba que el momento se pasara, fuera un sueño y
se esfumara.
La lluvia caía pero yo no lo apreciaba, estaba
ella, pegada a mí.
Otro
lugar, otro entorno y te tuve delante. Fue el cielo, una nube dentro de una bola
de cristal.
Intenté no mirarte demasiado, te tuve enfrente
y fue el paraíso primaveral dentro de mi corazón, eres tan preciosa que pasaría el día diciendo “que hermosa eres, me hundo dentro de tus
ojos y buceado en tu alma….y me encanta”.
Las horas fueron segundos y cada vez más
embelesada, quiero volver a verte y reír. Hablar contigo, tenerte cerca, la
primavera me aisló del espacio, solo
pude notar el momento que salir de mi y crear todo un universo para nosotras.
El
día cambio a la noche, porque el silencio y la paz estaban allí en un mundo paralelo,
creado de sensaciones agradable.
Y
la noche se hizo noche y partiste, con un trozo de mi corazón te marchaste. Me sentí
andando entre las nubes y la nostalgia, porque ya no estabas cerca de mí.
lola
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